lunes, 30 de noviembre de 2020

Despedir a Diego


No es fácil encontrar palabras para despedir al Diego. No hay nada para decir que no se haya dicho y en un punto íntimamente siento una enorme vergüenza de hablar sobre él. Ayer escuchaba algunos periodistas decir que no hay una sola voz autorizada para hablar sobre él y eso me anima a participar con este comentario. 

Es que Diego es tan pueblo que es de todos. Por eso no dejamos de ver tantas demostraciones de amor y de homenaje, no solo en nuestro país sino en todo el mundo.

Quienes no fuimos contemporáneos de su gloria deportiva lo vimos jugar en videos y grabaciones. Compilaciones donde desparrama magia en pinceladas de un arte infinito y eterno. Víctor Hugo Morales dice que el arte es la mejor expresión de aquello que admiramos. Diego fue quien llevó al fútbol a su versión más exquisita y no hay discusión sobre eso.

Pero su figura trasciende lo deportivo. No alcanza con decir que Diego fue el mejor futbolista de la historia. Maradona fue un dios terrenal que vino a iluminar la vida de tantos y tantas argentinos. Un ídolo popular que le dio alegría a un pais entero. Quizás el partido frente a Inglaterra sea el recuerdo que primero viene a nuestra memoria. No solo por dos goles que son maravillosamente contradictorios: el robo más descarado y pícaro de la historia y el más lindo y perfecto de los mundiales. Sino también porque el dolor de una herida todavía sangrante tuvo en ese instante un pequeño alivio en el sentir de tantas almas.

Hay un párrafo de un cuento sobre Diego que dice no me jodan con que lo mida con la misma vara con la que se supone debo juzgar a los demás mortales. Porque yo le debo esos dos goles a Inglaterra. Y el único modo que tengo de agradecérselo es dejarlo en paz con sus cosas. Porque ya que el tiempo cometió la estupidez de seguir transcurriendo, ya que optó por acumular un montón de presentes vulgares encima de ese presente perfecto, al menos yo debo tener la honestidad de recordarlo para toda la vida. Yo conservo el deber de la memoria.

Pero además Diego siempre se paró del lado correcto de la vida, bailando en la cima del mundo no olvido defender a los más débiles frente a los poderosos. Y eso lo hace tan único como inigualable. Recuerdo una anécdota de Alejandro Dolina luego de declaraciones de Maradona como técnico de la Selección. 

Una oyente dice: “Estimado Dolina, ¿ya no defiende más a Maradona? ¿O acaso ya no hay ningún Sargento Cruz? Vea: usted ayudó a alimentar al monstruo que tan bien nos hace quedar ante la prensa mundial. Cordialmente. Ingrid Hammer”.

Dolina contesta. Mi respuesta es sí. Yo he resuelto -después de un extravío- bancar a Maradona en esto. ¿Sabe por qué? Por personas como usted. La indignación burguesa que sucedió al exabrupto de Maradona fue totalmente patética y asqueante. Un mundo hipócrita, el mundo de la radio, donde se escucha eso mismo que Diego dijo, bajo emoción violenta, pero libreteado (y en la televisión ni hablemos).

Ese mundo se indignó. Esos tipos se indignaron. Y esa indignación burguesa me hace poner inmediatamente en la vereda de enfrente

Personalmente recuerdo en mi infancia alguna conversación con mi viejo sobre Diego. Claro que mi viejo como buen futbolero admiraba la calidad del deportista que fue Maradona. Pero me parece que una de las enseñanzas que me dejó sobre la figura fue la admiración por su irreverencia, esa falta de respeto por los poderes instituidos y por las formas establecidas. 

Mientras escribo este texto para compartir hoy en la radio escuchó el testimonio de una de las personas que desfilan en esa hilera interminable para ir a rendir homenaje al ídolo que cuenta que su primer abrazo con el padre fue en el 86 gracias al gol de dios. Y todos tenemos una parte de Diego en nuestras vidas. Con su muerte nos vamos a sentir un poco más solos.


palabras que agradecemos al profesor de nuestra Secundaria 6 Ignacio Zabaljáuregui

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